Como senderos sin rumbo que aniquilan el sentido común van dos muertos de envidia. Casi vivos, humanos en demasía. Tomados de la mano sin sentimiento, se ríen, pero merecen desprecio mutuo. Besos y odio.
Devoran horizontes y se adoran como bestias, incesto de crueldad. Se ven, y se dicen muerte sin rimar sus voces. Pasión, arrancaron sus pezones por depravación y coraje.
Excitados y mordidos, así fornicaron los caníbales en sus horas de hambruna, se rozan las uñas en la piel de la espalda, se lastiman las maravillas con la brusquedad de sus vómitos. Incesantes amantes hipócritas.
Noches de jauría, esperando burlar al sol, liberadas para la barbarie y las canciones de mutilación. Palomas van a sufrir, cuervos van a reír. Cansancio de la naturaleza, orgías entre la sangre que ahoga la calma.
Y las palabras llegan de madrugada, desde gargantas talladas y lenguas profanadas, cae al espejo el reflejo de dos gárgolas convertidas en carne y hueso. Con el alma podrida y escurridos entre lágrimas los cuerpos vanos, masturbados por la rabia y todavía perdidos en los sacramentos de la lujuria. Acariciándose los malnacidos, perra y lobo, con sus labios mordidos.
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